Un año de la declaración del estado de alarma.

 

Este fin de semana ha hecho un año de la declaración del estado de alarma en nuestro país, motivado por la crisis sanitaria provocada por COVID-19.  Las noticias se han hecho eco de lo acontecido a lo largo de estos 365 días: estrés y sobrecarga de los sanitarios, impacto económico, situación en las residencias de mayores,…. Una vez más se han olvidado mencionar el impacto que todo lo vivido ha tenido en la vida de las personas con discapacidad intelectual.

Para todos los ciudadanos, éste ha sido un año de pérdidas y restricciones de las libertades. Las hemos asumido y respetado (unos más que otros), entendiendo que estas renuncias servirían para mitigar los contagios. En la vida de las personas con discapacidad, estas restricciones de libertades se han sumado a las que ya tenían antes de que el COVID se instalase en nuestras vidas. Las personas con discapacidad ya tenían pocas o nulas posibilidades de decidir sobre sus vidas (dónde vivir, con quién, si tener o no una relación de pareja, elección de un centro, decidir qué hacer con sus ingresos, etc).

Existe en nuestro país un grupo de ciudadanos que viven de manera permanente en un “estado de alarma”. Un grupo de personas cuyas vidas se ven condicionadas no sólo por las restricciones actuales; se suman a éstas las ejercidas por la idea preconcebida de lo que pueden o no hacer, de su discapacidad. Personas a las que, con la intención de proteger, anulamos (antes y durante el COVID).

Queremos, desde ATUREM, hacer una invitación a la reflexión, para que encontremos formas distintas de hacer las cosas y, de este modo, construir entre todos/as una comunidad igualitaria, inclusiva, regida por valores en los que la DIGNIDAD de todos los ciudadanos sea considerada en la misma medida.

Comentarios