8 DE MARZO. NADA QUE CELEBRAR


Hoy día 8 de marzo , queremos unirnos al movimiento de reivindicación de los derechos de la mujeres con el manifiesto de las  trabajadoras de ATRUREM, en defensa de su dignidad como profesionales de los cuidados

POR NUESTRA DIGNIDAD COMO PROFESIONALES DE LOS CUIDADOS. 
Hoy, 8 de Marzo, día de la Mujer, en el que celebramos lo conseguido y reivindicamos lo que queda por hacer hasta que la igualdad entre los sexos sea una realidad, queremos hacer visibles las condiciones laborales de las trabajadoras de los cuidados, en el sector de la discapacidad, pero que podríamos hacer extensivas a todas las profesionales dedicadas a la atención a personas.

Cuando decimos trabajadoras, en femenino, no estamos haciendo un uso no sexista del lenguaje, no,  hablamos de una realidad, actualmente la distribución por sexos de las personas que trabajan en el sector de los cuidados es del 83.33% mujeres frente al 16.67% de hombres.
Queremos hacer una pequeña revisión para entender mejor a qué se debe esta desigualdad de género y que consecuencias conlleva.
Cuando hablamos de “cuidar”, hacemos referencia a un concepto que ha sido considerado una “actividad natural”, una “obligación moral”, desempeñada por las mujeres encargadas tradicionalmente de la salud de los miembros de la familia, de la higiene de las personas y del hogar, de la alimentación, cuidado de los hijos, enfermos de la familia, personas mayores…, siendo entendida personal y socialmente como una “tarea”, incluida en las domésticas no remuneradas, de las que se ocupan las mujeres.
No obstante, la estructura familiar tanto en su composición, su economía y sus roles, ha variado de modo importante en los últimos 50 años. La incorporación de la mujer al mercado laboral ha conllevado que en nuestro contexto social este tipo de trabajos (domésticos, no remunerados) se realicen mayoritariamente por mujeres, algo que se mantiene incluso cuando la mujer trabaja fuera del hogar.
Esto ha supuesto que dentro del ámbito doméstico la mujer haya sido la que ha asumido la sobrecarga de la atención de su hijo o hija con discapacidad, la que se ha encargado de sus cuidados especiales, “la que mejor lo conoce y la que mejor sabe hacérselo todo”, “la que lleva los temas de consultas médicas, medicinas, tutorías…” la que renuncia a una carrera profesional , ya que es la que solicita la excedencia o la reducción de jornada por cuidado a hijos”,” la que se despierta por la noche durante toda la vida, porque no tiene que madrugar, o mejor, no trabaja” y así un largo etcétera…
Esta situación de la mujer también ha conllevado la aparición de un nuevo perfil profesional, surge la profesional de los cuidados, dedicada a “sustituir” las funciones domésticas de cuidar, mientras la mujer trabaja fuera del ámbito doméstico y aparecen servicios de atención a personas con discapacidad, atendidos por profesionales remuneradas.
Estos servicios se han ido profesionalizando y especializando cada vez más y a las mujeres encargadas de cuidar a las personas que atendemos en nuestros servicios se les exige titulación académica reglada y formación en diversos ámbitos relacionados con los cuidados, alimentación y nutrición, primeros auxilios, administración de alimentación especial, medicación, cuidados básicos de enfermería…
Estas profesionales se esfuerzan cada día por ofrecer un servicio de calidad a las personas usuarias de los servicios e incidir en su calidad de vida y la de sus familias.
Esto sin embargo no conlleva un reconocimiento de su cualificación, su formación y su buen hacer, por el contrario los salarios son bajísimos, los riesgos laborales por la sobrecarga física y psíquica que lleva implícita la profesión les lleva a frecuentes lesiones de espalda y otras articulaciones, y por supuesto su reconocimiento como un pilar en la atención a dependientes en nuestra sociedad, es escaso o nulo.
El que hayan sido mujeres las que han ocupado estos puestos de trabajo, no es casual, la identificación de siglos de la mujer con el rol de cuidadora hace que se llegue a considerar como innatas, las cualidades de la mujer para desempeñar dichos puestos, por lo que la formación requerida no es valorada ni remunerada.
Con este texto queremos reivindicar la profesionalidad de las cuidadoras, su formación, su compromiso personal con el trabajo y las personas que atienden, y que todo ello se traduzca en salarios dignos, medidas de prevención de riesgos laborales que faciliten su trabajo y eviten lesiones, ratios adecuadas que eviten la sobrecarga de trabajo a la que se ven sometidas, y por supuesto visibilizar lo fundamental que es su papel en una sociedad que cada vez va a necesitar más profesionales de los cuidados.

 

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